Primero : Comprender la importancia en perseverar:
Por lo general varias personas aceptan sus fracasos porque piensan en su interior que no estaban destinadas para el éxito. Consideran que no poseen los talentos necesarios para realizar sus objetivos. No obstante, todos sabemos que hay personas exitosas y personas derrotadas ¿cuál es la diferencia entre ellos? LA PERSEVERANCIA. En Mateo 15:28 Se registra una historia de perseverancia.
La mujer en cuestion no tenia esperanza para su hija, hasta que escucho que Jesús estaba en la región. Esta desesperada mujer vino a Jesús con su necesidad por que creía que El podía ayudarla. Clamó a El aún cuando todo y todos parecían estar en su contra.
Aun pese a todos esos obstáculos, ella no se rindió pues con perseverancia, se abrió camino a empujones a través de los oscuros corredores de la dificultad, la necesidad desesperada y el rechazo. ¿El resultado? Jesús la alabó por su fe y sanó a su hija (v.28). Nada en el mundo puede sustituir la perseverancia. Ni el talento, ni el genio, ni siquiera la educación. Todas estas cualidades por si solas son insuficientes para lograr el objetivo si te hace falta la perseverancia. La perseverancia tiene un poder enorme.
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Segundo: Reconoce que habrá obstáculos:
La manera de superar los obstáculos es ¡saber que vendrán!. Repasa los objetivos que te has propuesto en las diferentes áreas de tu vida. ¿Qué obstáculos pueden impedir que las consigas? Hay obstáculos fáciles de quitar. Si tu meta es hacer ejercicio y no tienes los zapatos adecuados, ese es un obstáculo, pero puedes eliminarlo ¡comprando los zapatos! Sin embargo, algunos obstáculos no son tan fáciles de superar. Algunos tenemos limitaciones físicas, educativas, sociales o económicas que no pueden ser eliminadas fácilmente.
En esos caso debemos recordar que: LA PERSEVERANCIA NO SIGNIFICA ELIMINAR LOS OBSTACULOS SINO CONTINUAR BUSCANO LA META A PESAR DE ELLOS. El apóstol Pablo es un ejemplo perfecto que ilustra esta verdad. ¿Qué aprendemos de Pablo? Pablo siempre vio el obstáculo desde la perspectiva divina. Consideraba sus impedimentos insuperables como una motivación para confiar en Dios, en vez de depender de sus habilidades propias.
Todos enfrentamos circunstancias que no podemos cambiar y que tratarán de impedir que alcancemos nuestras metas. Podemos escoger cómo vamos a responder a ellas. Podemos darnos por vencidos, o solo empezar a ver esos problemas como oportunidades para confiar en el Señor.
Tercero: Tener en cuenta que el fracaso NO ES EL FINAL
La sociedad dice: “si no triunfas de entrada, date por vencido.” Pero, aquellos que en verdad logran realizar el propósito de su vida son los que se rehúsan a darle lugar al fracaso. Mientra más intentes , más veces lograrás tu objetivo. ¡Nunca nadie se ha tropezado estando inmóvil! Lo malo es que no sabemos cuál de nuestros esfuerzos nos va a dar el cumplimiento de la meta, por eso debemos seguir tratando. Es posible que Salomón tuviera esto en mente cuando escribió Eclesiastés 11:1
Cuarto: El deber de trabajar duro
El trabajo sin fatiga equivale a la mediocridad. El trabajo duro es un requisito del cumplimiento de objetivos en todas las áreas de nuestra vida, incluyendo la vida espiritual. Por supuesto que no somos salvos por obras, pero sí somos salvos para buenas obras . Pablo escribe la gran cantidad de energía que se necesita para ser un cristiano perseverante. 1 Corintios 9:26-27.
El esfuerzo es un componente esencial en para alcanzar las metas en cualquier aspecto de la vida, pero este mensaje no es popular en nuestra cultura moderna. Queremos obtener resultados inmediatos por nuestros esfuerzos, y cuando no los vemos, nos desviamos en busca de otra cosa. El logro requiere trabajo y sacrificio. Si no los hay, no hay ganancia.
¿Quieres alcanzar el propósito, objetivos y metas que Dios te ha guiado a definir para tu vida? No busques lograrlos de inmediato y tampoco te desanimes cuando parece que otros están progresando y tu no.
La Perseverancia significa negarse a darnos por vencidos a pesar de los obstáculos que nos pone la vida, es la actitud diligente que nos permitirá conseguir las metas que Dios nos ha dado.