Dios cuida de tu vida

Ante la vorágine del mundo, tenemos un único camino seguro donde podremos hallar paz ante tanta adversidad, y es en los brazos de Cristo...

Las abrumadoras condiciones en que hoy día vive la sociedad, a causa de muchos factores de la vida cotidiana como problemas matrimoniales, problemas familiares, enfermedades, preocupaciones, temores, incertidumbres, etc., ante esa vorágine tenemos un único camino seguro donde podremos hallar paz ante tanta adversidad, y es en los brazos de Cristo.

El cristiano, cuando atraviesa las mayores adversidades, puede entregar toda su ansiedad al Señor, pues Él tiene cuidado de nosotros. La palabra de Dios nos brinda esa confianza, seguridad y paz que necesitamos: “Porque Él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto.” (Sal. 27:5).

El  Antiguo Testamento ya nos muestra el camino. El salmista David confirma con su propia experiencia el cuidado de Dios, y oraba: “Guárdame como la niña de tus ojos” (Sal. 17:8). Y volvió a reafirmar Dios por boca del profeta Zacarías: “Porque el que os toca, toca a la niña de su ojo.” (Zac. 2:8).

– Ad –

Para todos los creyentes en la fe de Cristo, en el infinito poder, amor y cuidado de Dios para con sus hijos, así dice la palabra: “Pues aun vuestros cabellos están todos contados”. Es decir, Dios todo lo sabe de nosotros, todo está frente a su presencia. El salmista dijo: “Jehová es mi pastor; nada me faltará.” (Sal. 23:1). Y el apóstol Pablo afirmó: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” (Fil. 4:19).

Por la sangre de Cristo fuimos perdonados y hechos hijos de Dios para todo aquel que en él cree como su Salvador y Señor. Para el pecado, hay perdón. Para cada diluvio, Dios provee un arca. Para cada tempestad, hay un arco iris. Para cada cautiverio, hay liberación. Para cada Mar Rojo, hay un camino abierto. Para cada desierto, hay un oasis. Para la sed y el hambre, hay provisión de Dios. Ante las tinieblas de mentira, la verdad saldrá a la luz. Cuando surgen madianitas, Dios levanta un Gedeón. Para los astutos filisteos, siempre hay un valeroso Sansón. En cada horno de fuego, aparece Cristo salvador. En cada foso de leones, hay una mano que cierra las bocas. Para cada terrón duro, hay una gota de lluvia. Para cada dolor, hay alivio. Para cada enfermedad, hay sanidad. Para cada lágrima, hay consuelo.

¡Cuán agradecidos debemos estar del cuidado y la fidelidad de Dios hacia nosotros! El salmista, lleno de gratitud a Dios exclamando: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.” (Sal. 103:1-2).

Vivimos en un mundo convulsionado en lo político, en lo social, en lo ideológico, en lo moral, en lo religioso, en todos los aspectos; pero Dios cuida de sus hijos guardándolos para el gran día.

Y ya cuando el azote del Anticristo, de la gran tribulación, y de los juicios de Dios sobre este mundo vayan a iniciarse, Dios ha prometido librar a los suyos de tales desastres y cataclismos diciendo: “Por cuanto has guardado la Palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la Tierra.” (Ap. 3:10).

¡Demos gracias a Dios por su misericordia y gracia!

Volvamos nuestro corazón a Dios en la oración; busquemos a  Dios en lo secreto, arrepintiéndonos de los pecados para que la gloria de Dios sea manifiesta en nuestra vida. Amén.

Luis M. Ortiz

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